Nota: Entrada originalmente publicada en "A tumba abierta". A algunos puede que os suene. Pero creo que merece la pena colgarla en "entrando en pista..." y por ello la rescato.
Desde que soy profe de mates las veo como algo maravilloso.
Aunque no siempre fue así. En mi caso podemos decir que el descubrimiento de las mates es tardío. Por mi formación, (soy economista), he tenido las mates a mi lado toda la vida. Pero siempre he tenido con ellas una relación distante. Excepto estos últimos años, que al tener que aprenderlas para explicarselas a mis alumnos, y por tanto al tener que aprenderlas de una manera muy distinta he aprendido a quererlas.
He tenido la mala suerte de tener muy pocos profes de mates que disfrutaran dando clase. Y los que me conoceis sabeis lo que opino de la gente que da la clase como un ladrillo. Las mates son muy bellas, pero tienen un defecto, son invisibles, o si quereis transparentes. Es decir, que no se ven a simple vista. Por ello a los alumnos les cuesta tanto trabajarlas.
La función más importante de un profe de mates es motivar, animar, alentar y conseguir, o al menos intentar que los alumnos traten a las mates con cariño. Que las vean como algo cotidiano. Como algo que tenemos siempre entre las manos, desde cuando hacemos la compra, hasta cuando nos vamos a dormir.
Siempre estamos haciendo mates, pero no nos damos cuenta, es algo automático, tan interiorizado que no reparamos en ello. Cuando ponemos el despertador contemplamos números. Cuando cocinamos hacemos proporciones. Cuando caminamos contamos pasos, a veces...
Una vez tuve una profa que me hizo odiar las mates. Me trataba como si fuera un mueble. Nunca me dio una buena palabra, y si lo hizo no lo recuerdo. No quiero ser injusto, pero algo no funcionaba bien en aquella mujer. Para ella las mates eran algo sagrado, pero nunca las hizo accesibles a los pobres alumnos que la padecíamos. Eso sí ella disfrutaba haciendo las integrales de 3º BUP, pero nunca la entendíamos, y se enfadaba, jajaja. Ni siquera recuerdo su nombre, sé que empezaba por M. Pero, con sinceridad, dudo entre Mercedes y Montserrat. La llamábamos, entre otros motes, "la amargada". La pobre mujer nunca conectó con la clase. Creo que tampoco le interesaba hacerlo. Todos odiábamos su clase, y por ende las mates. Lo peor sabeis que es: que tardé años en recuperarme de aquella experiencia tan mala. Perdí el gusto por hacer mates, y lo arrastré durante la carrera. Las hacía pero no las disfrutaba.
Afortunadamente encontré un profe, se llama Julià, que me hizo reencontrarme con las mates. Él las vivía como algo divertido, como algo familiar, explicaba anécdotas que conocía, o suyas propias, ( yo siempre creí que algunas eran inventadas). Pero hizo que viera la luz. Y se lo agradeceré siempre. También me enseñó que los alumnos son como son, y que hay que aceptarlos tal y como vienen de casa. Siempre le estaré agradecido por muchas cosas.
Os pongo un video que os puede abrir un poco más los ojos a las mates.
Sed felices, hay gente que lo ha conseguido.
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